domingo, abril 11, 2010

La literatura juvenil, más allá de druidas y dragones

Detrás de las historias de dragones y curtidos druidas, neófitos aventureros y seres encantados, subyacen temas atemporales, ajenos a esos catálogos que fragmentan los libros según la edad del lector. Por eso, las secciones de literatura juvenil de las librerías estadounidenses y británicas se hallan, cada vez más, "asediadas por adultos en busca de títulos nuevos".

Estas impresiones son de Kristin Cashore, una escritora de literatura para jóvenes, que logró ubicarse en la lista de ventas de The New York Times pocas semanas después de publicar su segunda novela, Fuego (en castellano en Roca Editorial y en Estrella Polar en catalán). Novela que lleva escasos días en las librerías españolas y que abre el espectro de un género precedido a su antojo por Harry Potter y Crepúsculo.

Historias caracterizadas por personajes adolescentes, llenas de acontecimientos fantásticos y que "dejan cierta impresión de frescura en el lector". Esos son los ingredientes que a juicio de la novelista debería tener toda obra de literatura para jóvenes. Graceling, primera obra de Cashore (Boston, 1977), lleva 150.000 ejemplares vendidos en Estados Unidos y 20.000 en España, según la editorial Roca. Y ha recibido reseñas elogiosas de medios como The Washington Post o Los Angeles Times.

En Fuego retoma los personajes de Graceling, pero la historia se remonta a 30 años antes. "El libro se puede leer aparte, no es necesario pasar primero por Graceling. Son dos historias independientes con los mismos personajes". Protagonistas que son siempre mujeres. "Creo que jamás podría escribir desde la perspectiva de un hombre. Esto es parte de mi experiencia. Crecí en una cultura cristiana, muy cerrada, donde no se daba la misma libertad a las chicas que a los chicos. Por eso mis personajes son mujeres valientes, con poderes sobrenaturales e independientes".

Sobre la "reticencia" que cierto sector de la crítica ha mostrado hacia el género, Cashore encuentra una actitud inexplicable: "Es una postura poco condescendiente, es como si alguien le dijera a sus hijos: 'mira, esto es una basura y a mí no me sirve, así que mejor léelo tú".

Marketing y publicidad. Dos palabras que la novelista estadounidense pronuncia con frecuencia. "Reconozco que parte importante del éxito de mis libros se debe al boom publicitario. En Alemania, por ejemplo, donde se han vendido muy bien, se puede conseguir una variedad de productos relacionados con el libro". La autora anglosajona lleva consigo una mochila negra decorada con algún pin alusivo a sus historias, y lo muestra como un trofeo.

De paseadora de perros, empaquetadora de caramelos y asistente de editor, a escritora. Así ha sido el periplo de la autora antes de publicar su primer título. También cursó un máster en literatura juvenil, donde aprendió a canalizar los relatos de unas "voces de jóvenes que me rondaban la cabeza desde algún tiempo atrás".

"Cuando me enteré de que había entrado en la lista de The New York Times, pensé: 'oh, ya lo he conseguido, no tendré que esforzarme mucho más'. Con el tiempo me he dado cuenta de que por el contrario, cada vez ha sido más complicado. El siguiente paso ha sido mantenerme. Y después, te das cuenta de la lucha por escalar en los listados. Un tema que no me interesa".

El nombre de la nueva novela tiene varias connotaciones. Por un lado se remite al nombre de la heroína principal, Fuego, una adolescente capaz de leer la mente y comunicarse sin hablar. Por otro, una alusión al tono sensual que recorre sus páginas: "Hay aspectos un tanto vetados que deben ser abordados desde la literatura juvenil. Es el caso de la sexualidad. Un tema que trato de frente, con mucha sinceridad, como le gustaría a cualquier persona joven que le hablaran".
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